El alboroto era tal, que en el pueblo nadie hablaba de otra cosa. El murmullo mal oliente, recorría las calles.
Una niña jugaba en la pradera y las flores perfumaban su vestido.
Con el corazón alegre y pétalos en los bolsillos, regresó al pueblo dando saltitos.
En la plaza central, comenzaban a reunirse.
Un pobre hombre, acorralado, era objeto de mentiras y de escarnio.
Alguien dijo que robó, otro, que fue pan lo que sustrajo.
Los recién llegados dicen, que a ellos también, oro y perlas les ha robado.
Más la niña en su dulzura,
se acercó al hombre desventurado, mirándolo a los ojos, sus pétalos le entregó. (pues, toda ella era ternura)
Aquel hombre sonrió con mansedumbre y por un instante, el murmullo, a la fragancia de las flores, cedió.
Fue entonces que aquel hombre, como junco fresco, se levantó y alzo su voz:
-Quién de todos es el juez?
Se amontonaron contra mí
como perros, para comer mi carne! Ninguno ha sopesado sus palabras infladas de maldad. Ninguno supo la verdad! Aún así, quieren lincharme.
Estaba yo regresando, luego del tiempo en la batalla y
mis ropas desgastadas, cuando tomando un pan para saciar el hambre, esa mujer gritó con fuerza, juzgando mi apariencia.
Luego, sus violentos rostros me acusaron sin razón.
Tenía en mente entregarles benevolencia, pues soy José, vuestro Rey y vuestro hermano, que vuelto de la guerra, buscaba hallar entre mis pueblos: paz y buena conciencia.
Más la niña con sus saltos, sus pétalos y su canto, ha demostrado en detalle, más sabiduría. Su familia recibirá mis dones.
Pero ustedes, rebeldes y malhechores, no tendrán premio ni galardón.
Porque han dejado que un poco de maldad, fermente en sus corazones. Nada saben de piedad, les agrada castigar y señalar errores.
Es necesario bailar y escribir bellas canciones.
Subir el alma, en soledad, a la pradera, y contemplar el arte en el detalle de las flores.
Patricia Alejandra Cerdá Íñiguez.-
«En el Arte y en la Vida, las masas generales constituyen arte en la misma medida que un hombre de cartón es humano».
William Blake.-