El fenómeno es silencioso y constante. No hay mediciones oficiales, pero los eventos climáticos extremos, cada vez más frecuentes, generan en el país una nueva categoría de desplazados: los refugiados climáticos.
Los ejemplos abundan: lluvias extremas que afectan, a repetición, a los habitantes de la provincia de Buenos Aires; aluviones que partieron al medio a Comodoro Rivadavia, en Chubut, o las sequías extremas que en Santiago del Estero provocan migraciones hacia Atamisqui, obligan, muchas veces, a tomar decisiones extremas: dejar sus casas, sus cosas, para buscar suerte en otro lado.
Así lo sostiene un estudio realizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero para la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que investigó eventos en las ciudades de Luján, Comodoro Rivadavia, Atamisqui y realizó estudios de campo para documentar el fenómeno del movimiento poblacional que se genera por la crisis climática que afecta al planeta, y también a nuestro país.
«Los pobladores de los barrios de Laprida como de Juan XXIII de Comodoro Rivadavia, como los vecinos de Atamisqui, se sienten muy expuestos y vulnerables frente a las inundaciones y a las sequías. Tienen la sensación de que han aumentado las temperaturas y se producen grandes y largos periodos de lluvias en el primer caso y de sequías y lluvias en el segundo», explica en el paper Roberto Aruj, investigador de la UNTREF.
Cada realidad y experiencia es única, pero los investigadores sostienen que si se mantiene el ritmo y la intensidad de los cambios ambientales actuales, puede haber 150 millones de migrantes por causas ambientales para finales del siglo XXI en todo el planeta. No hay estimaciones para Argentina, aún.
Esto «influye y condiciona, por un lado, el ordenamiento territorial, el uso y distribución de los recursos, principalmente el manejo de cuencas hídricas, suelos productivos y áreas de bosques. Y por otro lado, las medidas políticas mundiales, regionales y nacionales en todos sus niveles, teniendo un rol sustantivo los gobiernos locales que deben gestionar medidas con el fin de disminuir la exposición y el riesgo para las sociedades ante este tipo fenómenos climáticos«, explica Aruj a Infobae.
Uno de los habitantes de Atamisqui explica en la investigación: «Desde 2011 a la fecha se producen tormentas recurrentemente. Antes no había. Caen piedras y tornados. En los últimos meses todas las semanas tienen tormentas. En 2016 llovió 15 días seguidos y se inundó todo. Se ha elevado la temperatura.»
«Las causas las atribuyen a Dios, a la falta de forestación, al deterioro de la capa de ozono, al mal uso del suelo y al cambio climático. Y es un cóctel de todo. «La gente sólo busca mejores condiciones de vida, entonces cuando se muda no lo atribuye al clima, dice que es porque no hay trabajo, porque la tierra ya no rinde como antes; pero la razón primaria es la crisis ambiental. Es por esto también que es tan difícil registrar estas migraciones«, aclara el investigador.
En Atamisqui se están construyendo viviendas sociales y ecológicas, con el objetivo de relocalizar a la población y erradicar ranchos en áreas vulnerables. Para ello, se usa presupuesto de la Nación y de la provincia.
«Los vecinos comentan que ha crecido la población. Vienen de la zona rural por más comodidad, más tranquilidad, más fácil para criar a los hijos, y de otras provincias (por retorno) es más económico para ellos. Una vez que dejan de trabajar en las grandes ciudades vuelven. En 2010 allí vivían 11.800 personas, en 2018 la cantidad de habitantes ascendió a 16.000. La gente de las zonas rurales del otro lado del río está viniendo a vivir en el pueblo. Además, hay un retorno de los santiagueños que se habían ido a vivir a Buenos Aires. La ciudad aparece como un refugio frente al cambio climático.», explica el trabajo.
La primera ciudad destruida por la crisis climática
Comodoro Rivadavia, otrora sinónimo de la explotación petrolera -es el lugar donde se descubrió el primer yacimiento de la Argentina- fue también la primera ciudad devastada por la crisis climática. Una zona de clima desértico donde en septiembre, octubre y noviembre son meses de viento, ahora llueve y nieva más seguido.
Se registra entre 38 y 40% de humedad en estos meses y hace más calor en verano más frío en invierno y primavera. La hostilidad del clima extremo la golpeó con fuerza a fines de marzo de 2017: tras un temporal que se prolongó por ocho días, cayeron 400 mm de lluvia y los aluviones partieron calles y casas en dos. Autos y camionetas flotaban sin rumbo en una marea de lodo, agua y petróleo.
Consultada por los investigadores, Jimena Cores, presidenta de la Unión vecinal del barrio Juan XXIII, aseguró que en la primera tormenta se acumularon 2 metros de barro. Se les pidió a las autoridades que enviaran máquinas para retirarlo y no lo hicieron. Con la segunda tormenta, ocho días después se produjo la gran inundación con el ingreso de barro y agua a las viviendas. «No estábamos preparados», se lamenta, según el documento.
Roxana Villán. pronosticadora del Servicio Meteorológico Nacional en Comodoro, aporta datos científicos del cambio del clima en la región: «El viento ha disminuido. El patrón de lluvias ha cambiado, se pueden dar en cualquier momento del año; hay un aumento de las tormentas que antes no ocurrían. Además, la temperatura aumentó 0,6ºC en los últimos 50 años», describió.
La investigación también cita a Juan Pablo Luque, vice intendente de la ciudad, quien aseguró que el temporal de 2017 produjo desplazamientos poblacionales tanto temporales como permanentes. «Se evacuaron a 20 centros a más de 12,000 personas. El total de desplazamientos permanentes fue de 37 familias, las cuales perdieron sus casas y pertenencias producto de las inundaciones«, cita el trabajo.
Para Carlos Acevedo, Presidente vecinal del barrio Laprida, quien llegó a Comodoro en 1976 desde Catamarca para trabajar en el petróleo, el clima extremo afectó al 40% de la población del barrio y se evacuó al 20%. Después de un año y medio todavía quedan 20 familias que no han recuperado su vivienda y siguen viviendo en otro lado. Se fueron a casa de familiares y unas cinco familias a otros barrios. «Reemplazar el lugar sería lo más correcto,» recomienda el estudio.
En Luján se observa que desde el 2012 la frecuencia y magnitud de las lluvias se ha incrementado de manera notable. Se da la particularidad de que los afectados no son solo pobladores ubicados en zonas inundables por toma de tierras en la ribera del río, sino también los que se ubican en el centro de la ciudad. Se inunda inclusive la Basílica, un recurso económico de gran valor para la ciudad.
«Hay que entender que el ambiente somos todos, que formamos parte del ecosistema en el que vivimos y ahora, estamos frente a los límites de lo que está sucediendo con el clima. Pero es importante que registremos este movimiento porque no se trata sólo del desplazamiento poblacional. También están los problemas que son conexos a esa situación: problemas laborales, culturales, económicos, sociales y personales», dice Aruj
FUENTE INFOBAE