La historia comienza con COVIARA, una Empresa del Estado, creada por un gobierno de facto en 1966, a la que hace muchos años se le donaron terrenos en varios lugares de la provincia para que haga casas para el personal de la Armada.


COVIARA no cumple, ni cumplió nunca con ésta premisa. Una prueba de ello es el terreno que está en 129 y 60, de casi una manzana, en el cual la empresa jamás hizo una casa y lo vendió a un particular.


«Nuestro predio les habría sido donado en 1970, también bajo un gobierno de facto. Jamás se interesaron. Jamás pasaron por el lugar sino hasta mediados de los ’90» cuentan desde el club Infanto juvenil, Universitario de Berisso.


«El terreno era un baldío que juntaba mugre y ratas y los vecinos del barrio se encargaron de limpiarlo desde principios de los ’60. Y desde fines de 1970 ya ocupábamos el predio como “un club de barrio”, como “un club de hecho”, organizando partidos informales de fútbol, reuniones vecinales en donde se compartían las problemáticas comunes al barrio universitario y conteniendo a chicos y chicas de la zona» destacaron.

«Un día como hoy, que debería ser de festejos, recibimos como regalo el cachetazo más grande que jamás podríamos habernos imaginado.


En una disputa judicial por el terreno del cual el Club es dueño desde principios de la década del ‘70 (o sea, desde antes de su «reconocimiento administrativo» de hace 38 años), un juez decidió hacer lugar a la demanda que inició hace un tiempo una empresa del Estado que decía que era de ella.


Con todo el dolor, desde el Club manifestamos el más ENÉRGICO RECHAZO. Y, aun manteniendo el respeto, nos vemos obligados a seguir defendiendo lo que es nuestro.


Lamentablemente el juez federal Ziulu, cuya integridad moral y experiencia no ponemos en duda, parece haberse olvidado de algunas cuestiones tal vez encorsetado en una forma de pensar más propia de principios del siglo XX que atenta contra el más elemental sentido común pues aplicó solamente la ley (con interpretaciones que además son discutibles) y no el derecho, dejando de lado el sentido de justicia al apartarse de las disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos.


Se han sembrado sombras -una vez más- sobre la justicia. El fallo en cuestión nos ordena que DEBEMOS RESTITUIR el predio donde cientos de chicos y chicas asisten de manera diaria no sólo a realizar el deporte que mayor pasión despierta en los argentinos sino a compartir valores que se desprenden del verdadero sentir que ha formado a varias generaciones de jóvenes.


El juez, para determinar si hacía más de 20 años que ocupábamos pública y pacíficamente el predio como dueños, limitó la cuestión a las fechas de constitución “formal” del Club como persona jurídica y a la de la escritura de dominio de la empresa por el otro, sin tener en consideración que el club ya existía como asociación “de hecho” al menos desde principios de 1970. O a la posibilidad de que continuara la posesión que el vecindario tenía sobre el lote.


Ni lo uno ni lo otro.


Al club no le fueron traspasados por el vecindario “años de posesión” como lo malentiende el juez. El club poseyó por sí mismo durante más de 20 años el terreno (desde fines de 1970, por lo menos, y hasta 1992) sin que nadie efectuara reclamo alguno. No existió una transmisión “literal” del predio de los vecinos hacia el Club en una fecha determinada, sino que el Club se gestó naturalmente. Por eso afirmamos que hacia 1970 el Club ya funcionaba como tal.


Se ha demostrado -una vez más- que la “justicia” es sólo para los poderosos.


El juez comprobó las tareas que viene desarrollando el club desde siempre y dijo que sería extremadamente grave la pérdida del inmueble tanto para los vecinos como para las instituciones linderas, por lo que representa un club de barrio, y que debe actuarse con prudencia para que el resultado del juicio no lo afecte tanto como para poner en peligro su continuidad, pero esa aparente sensibilidad quedó vacía ante la decisión de que tengamos que abandonar el lugar, poniendo en cabeza de otros la forma en que se pueda conseguir un espacio, cuando él mismo tenía en sus manos las herramientas jurídicas para dictar una sentencia JUSTA PARA LA COMUNIDAD.


La apelación ya está en marcha. Esperamos, ESTA VEZ, que la Cámara falle a favor del Club, del barrio y de la gente, que encuentran acá en el barrio su lugar de PERTENENCIA». Expresó el Club, desde sus Redes Sociales.

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