Siempre es grato tener en la mesa de CAFÉ SUR a una dama, sobre todo si su tono apacigua la crudeza con la que sabemos discutir los hombres. Pero no se deje engañar por las apariencias, «Pelusa» Larrañaga, es de esas militantes que llevan el calor de la lucha en la piel, la sangre y el corazón.

Hija de la lucha continua en los 70’s vivió como nadie el proceso doloroso que dejaron los militares en nuestra tierra; «Yo era una jovencita que al principio no se dio cuenta de lo que ocurría… creo que con la desaparición de un amigo es que entendimos muchos que la mano venía pesada», cuenta con ese tono casi maternal que suele mantener.

Criada en una barriada popular de Berisso, Miriam, hizo su «carrera de militancia» como lo mandaba la «Vieja escuela»; «Comencé en la secundaria…» dice con naturalidad, a la vez que la charla se desparrama entre anécdotas; «Me tuve que esconder en una casita que me prestaron. Las chicas me hicieron los claritos, me cambiaron el look y esas cosas que se acostumbraban…» cuenta mientras sonríe, pero aclara; «ahora lo cuento entre sonrisas pero era muy bravo todo».

Supo estar lejos de «SU BERISSO»; «pero había que volver a ayudar, nosotros conocíamos bien a todos, conocíamos la zona, conocíamos a los vecinos y sabíamos quien podía esconder a un amigo en el barrio… hubo muchos que a pesar del miedo ayudaron y colaboraron» explica mientras sorbe otro trago de Café.

Su madre, sus amigos, la familia, nada escapa a su poder de análisis y mucho menos la actualidad que le duele y la golpea; «Seguimos militando en los barrios como lo hicimos siempre. Con otras armas, con otros recursos y con un camino hecho, pero sigue siendo «militar». Explicarle a la gente que no se debe dejar avasallar sus derechos es un deber que tenemos. Por eso estamos y en las barriadas…»

Con un gran trabajo en la Guardería Mailín, «Pelusa», cree en la política activa y social. Su lucha como mujer, por los derechos de su «genero» no empiezan ahora y mucho menos su lucha por la igualdad de derechos para todos. Ve en los niños a «sus hijos», talves por eso lo de la guardería, pensamos mientras el segundo pocillo de café se va terminando y la noche comienza en un Berisso, distinto pero parecido a aquel.

Franca, directa, «didáctica», enseña con el ejemplo; «Por más que me vista como sea, me corte el pelo como sea, haga lo que haga, cualquiera que me ve andar dice «ahí va la Pelu…» dice mientras sonríe y sueña con mesas de café enormes con los amigos que ya no están.

El café ya se pagó, de una mesa contigua, dos viejos militantes la miran tiernamente y le agradecen… «La barriada está alerta por si se necesita salir a combatir contra este Neoliberalismo…» grita un hombre parado en la puerta de salida del Café. «Viva Perón Carajo» dice el dueño del bar, que ve salir con su paso largo a la «Pelu».

Quedan cafés para ella y todos saben que ya los pagó con militancia.

 

 

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