Al principio de su alocución el presidente aseguró que iba a explicar “por qué estamos pasando lo que estamos pasando», y prometió «hablar con el corazón».
Sus palabras se remitieron a elaborar una suerte de resumen de presuntas buenas intenciones: «equilibrio en las cuentas públicas porque no podemos gastar más de lo que tenemos» y «construir un Estado sin corrupción».
“En estos meses se desataron todas las tormentas juntas», señaló, además de repetir el latiguillo de que «no podemos vivir por arriba de nuestras posibilidades».
«En todo camino difícil hay avances y retrocesos», recitó y apuntó que «esto podría haber pasado en enero de 2016», pero señaló a la presunta «euforia» que habría generado su gobierno lo impidió.
Macri apuntó a que los mercados “Durante dos años nos acompañaron” y culpó a situaciones «que están fuera de nuestro control» del desastre financiero-cambiario que vive el país por estos días. También señaló a los problemas ocurridos en otros países y algunas variables económicas internacionales.
Sobre las retenciones que aplicarán al campo, la industria y las mineras, dijo que «es un impuesto malo, malísimo». Y anunció que se reducirán los ministerios a menos de la mitad. «He decidido compactar más mi equipo para dar una respuesta más focalizada».
«Sabemos que con la devaluación la pobreza va a aumentar», reconoció y prometió «estar ahí» para quienes reciben la AUH y otros programas asistenciales. «Recibirán un refuerzo en septiembre y noviembre»; dijo y adelantó que se relanzará (otra vez) el programa de Precios Cuidados.
Asimismo, agregó que se reforzará el programa «En tu barrio» y que seguirá habiendo medicamentos baratos para los jubilados del PAMI.
«Estas medidas nunca son suficientes», admitió antes de concluir su discurso.