La política económica del gobierno de Javier Milei ha asestado un golpe devastador a la industria ganadera argentina, disparando las importaciones de carne vacuna desde Brasil en un alarmante 4.200% interanual en el primer semestre de 2025. El atraso cambiario, una de las principales herramientas del oficialismo, está erosionando la competitividad del peso y, en un giro histórico, forzando a Argentina a importar carne, un producto emblemático de su economía y tradición.

Los datos oficiales brasileños confirman la magnitud del desastre: las importaciones mensuales de carne brasileña saltaron a un promedio de 1.033 toneladas métricas en la primera mitad del año, frente a las 24 toneladas del mismo período de 2024. Este volumen, un récord estacional desde 1997, es el síntoma más claro de que el modelo económico de Milei está fallando en su promesa de «estabilizar» la economía, mientras destruye sectores productivos clave.

La nota periodística de Bloomberg, que revela estos datos, subraya la ironía: Argentina, un país que se enorgullece de su ganadería, ahora ve sus mercados inundados por productos brasileños más baratos. La apertura importadora, presentada como una herramienta para contener la inflación, se ha convertido en un boomerang que golpea a los productores locales y amenaza la supervivencia de miles de empleos.


La crisis de la carne: El costo real de una falsa estabilidad

Mientras el gobierno celebra la desaceleración de la inflación, el costo de la carne en Buenos Aires aumentó un 53% en junio, muy por encima de la inflación general del 39%. Esta diferencia ilustra la fragilidad del control de precios a través de las importaciones. En lugar de fortalecer la producción nacional para garantizar un abastecimiento sostenible, el oficialismo ha optado por una solución de corto plazo que compromete el futuro de la industria.

La balanza comercial, un pilar fundamental para la salud económica del país, también sufre las consecuencias. En un momento en que el gobierno necesita desesperadamente generar dólares para cumplir con las metas del FMI, el atraso cambiario y la avalancha de importaciones drenan las reservas y profundizan la dependencia financiera. La supuesta «estabilidad» se construye sobre arena, con el costo de la producción nacional y el empleo de los trabajadores.

Como señala el analista Diego Ponti, aunque los volúmenes de importación puedan ser «pequeños» en el gran esquema de la producción, son un «mojón de los efectos que genera la apertura importadora y el atraso cambiario». Esta invasión silenciosa de carne brasileña es el símbolo de una política económica que sacrifica la soberanía productiva y el futuro de una industria histórica en el altar de una receta económica fracasada. La crisis que sufren los trabajadores de los frigoríficos, como lo ha documentado la prensa, es solo la primera señal de un desastre mucho mayor que se está gestando.

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