“El trabajo es la clave para la realización personal y el éxito en la vida”, Confucio.

Él entró al servicio para lavarse las manos. La agitada mañana de trabajo lo había dejado exhausto y apenas eran las 10. Llevaba días quejándose de que odiaba su trabajo. Con solo 22 años, no aceptaba la responsabilidad que conlleva ser adulto: trabajar, estudiar, pagar los servicios y llegar a fin de mes con dignidad. Ya no salía con amigos; prefería ahorrar ese dinero.

Su jefe lo martirizaba diariamente y no podía responder ni quejarse, o perdería el empleo. Todo parecía ir cuesta arriba. Este pequeño y claustrofóbico baño era su único refugio para respirar un momento y seguir con el pesado día que tenía por delante. El baño era incómodo y asfixiante; apenas podía moverse. Por alguna razón, el secador de manos no funcionaba. No quería estropear sus pantalones ni su camisa.

Mientras maldecía, observó el rollo de papel higiénico y tomó un trozo considerable para asegurarse de secar completamente sus manos.

Como hechizado, el papel higiénico comenzó a comportarse de manera extraña. Cuando intentó cortar un extremo, el resto del papel se enredó en sus manos, luego en sus tobillos, dejándolo completamente inmovilizado. Una suave y dócil mano de papel higiénico cubre también sus labios, impidiéndole pedir ayuda.

De repente, el pequeño baño comenzó a expandirse. La pared que daba a la calle se alargó de manera desmesurada.

A través de una ventanilla sobre el lavabo, nota que toda la estructura se adentra en el oscuro y espeso bosque.

Mientras tanto, el papel higiénico no cesa, ha comenzado a envolver las canillas, la pileta e incluso el foquito de luz del techo, haciéndolo estallar. Sin la luz tenue funcionando y sin esperanza, sin nada que ilumine el lugar para encontrar una salida, él intenta desatarse y piensa: «Es apenas una fina capa de papel, casi transparente, lo que me detiene. ¿Cómo entonces mantiene firmemente atadas mis manos, mis pies y mi boca?»

El camino hacia el bosque se detiene bruscamente. Un silencio abrumador resuena en su mente atribulada. Luego, la voz de su madre se acerca, y con ella, el ruido de platos y cubiertos. «Ven a terminar la tarea, ya vamos a comer», se la escucha decir. Él comprende que la voz de su madre ha desarmado el papel, reduciéndolo a trizas en el suelo, como nieve dispersa. El foco de luz se enciende asombrosamente, y el baño recupera su tamaño original. La mano que antes estaba atrapada ahora es libre, y pequeña, pero capaz de abrir la puerta sin dificultad. Y allí, en la mesa, lo espera el cuaderno de tareas del colegio, abandonado e incompleto.

«La vida adulta emerge, significativamente, de las aptitudes atrapadas en la niñez y en la adolescencia». Patricia Alejandra Cerdá Íñiguez.

Un comentario en «Hechizo de papel»

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