El desmesurado aumento en uno de los productos básicos de la alimentación, plantea el rol del estado frente a la cadena de comercialización.

La inflación en Argentina parece un mal endémico, frente a lo cual la dirigencia política se muestra impotente. Tanto los modelos liberales como progresistas han aplicado recetas para intentar doblegar este flagelo que licua el poder de compra de los asalariados, sin resultados duraderos. Desde la convertibilidad en los años 90 (con el final conocido), hasta la gestión de Mauricio Macri, quien deposita en el mercado la capacidad de regularse a si mismo, los precios de los alimentos trepan de manera desmedida. El modelo Kirchnerista opto por que los salarios acompañen a la inflación, evitando perder capacidad de compra, pero lejos estuvo de manejarla.

Por estos días la suba en la carne vacuna es noticia, pero lejos está de equipararse con brutal incremento en el precio del pollo, que pasó de 23 U$D por cajón a fines de septiembre a 34, 23 U$D en esta semana. Vale decir el valor por cajón ( 20 Kg) a fines de septiembre era de 950$ y el viernes último  1390$. Si comparamos la evolución del precio del dólar en las mismas fechas fue de 41,89 $ a  40,21$ en la actualidad según la cotización para el tipo vendedor del BCRA.

Dolarizar la economía es una de las propuestas hechas por varios economistas liberales. Pero ¿a que se atribuye un incremento 45% en dólares para la carne aviar? Ningún insumo en la producción de aves subió en la misma proporción. Ni la soja ni el maíz, que constituyen un 70% del costo de producción, aumentó tanto, como así tampoco el resto de los insumos necesarios para que lleguen al mostrador.

La respuesta se debería buscar en la estructura oligopólica que maneja el mercado del pollo en la Argentina. NO HAY UNA RAZÓN DE COSTOS que amerite tamaño incremento, sencillamente se trata de maximizar ganancias a costa de que una parte de la población, ingiera menos nutrientes. La suba de la carne en las últimas dos semanas, brindó una oportunidad para que las tres grandes empresas avícolas acordaron elevar el precio de sus productos, sin otra razón que «aprovechar la volada.»

Las ventas en los comercios minoristas del ramo van en caída libre, debido a  la merma en el poder de compra del salario real que  pierde por partida doble, por un lado un aumento de 45% en dólares y por otro lado la devaluación del peso frente a la divisa extranjera. Es urgente que el estado intervenga en controlar la cadena de valor, asegurando así un derecho humano básico como lo es el «Derecho a la alimentación».

 

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