Yo no se si es noticia, porque si bien una ves me enseñaron que “Todo es noticia», uno termina preguntandose sí aquello que no se cuenta, no se hace público o no se ve, lo es y este tipo de historias, se encuentran a menudo pero no llegan nunca a la opinión pública.
Una maraña de comunicados tapa el “día a día»; “que 5 jueces que no trabajan mandan a trabajar a los docentes», “que la derecha quiere menos restricciones y hace una marcha», “que los inmorales salen a dar clases de moral», “que son kks», “que son gorilas», “que son inútiles», “que viva el jefe», “que se mueran todos», “que son inconscientes», “que entre todos», “que yo no dependo de nadie» y muchas otras afirmaciones no nos permiten ver a los que lloran
“¿Cómo va hermano?” y el saludo con el puño se siente frío. Apenas atino a decirle que “ahí andamos» que la “cosa esta jodida», pero me detengo porque al levantar la cabeza , en ves de ese aluvión de palabras que suelo recibir, me encuentro con el silencio de mi amigo y con unos ojos vidriosos de llanto contenido.
“¿Qué te pasó?” ,pregunto adivinando una respuesta que ya se me hace común en estos tiempos de dolor; “No se puede más amigo… no podemos seguir mirando como se van los amigos. Se fue el papá de unos compañeros del hospital. Un tipazo. Hacía 10 días que estaba ahí» me contó sollozando, mientras disimulaba una mueca de dolor y me dejaba solo, aunque antes de apurar el paso el trabajador del hospital de Berisso me tiró; “Que se dejen de joder hay que volver a fase 1”.
Minutos despues supe que me hablaba de la muerte de Daniel Prochownik, papá de Jhónatan y Federico, dos trabajadores del Hospital, uno en el área de enfermería y otro en el sector de Seguridad quienes a pocos metros de donde estaba, lloraban la perdida abrazados con compañeros y familiares.
El dolor y la tristeza ya a esta altura me comían el alma. Con mi mochila al hombro y la mirada en el suelo comencé a caminar hacia la parada del micro, pero al llegar a la esquina un “Hola Marce» me saca del ostracismo que traía. Era otra trabajadora del Hospital Larraín de Berisso, salía “molida» por las horas trabajadas, pero algo más traía; “Me siento terrible, creí que esto no me hiba a afectar tanto como me está afectando», me soltó sin que yo pudiera apenas abrir la boca para devolver el saludo.
La pregunta era lógica y la respuesta también, me iba a hablar de otra muerte; “¿Qué te pasa?” dije atajando a mi alma; “Acaba de fallecer una ex compañera jubilada hace poco tiempo» expresó y otra ves no supe que decir ni hacer.
Un par de miradas sirvieron de despedida, me fui a la parada y el micro me pareció tardar más que nunca. Quería llegar a mi casa, encerrarme, abrazar a los míos, llorar, patear algo… no se.
Por WhatsApp me anoticie que la compañera trabajadora había sido una conocida Jefa de enfermería a quien alguna ves le había hecho notas, Salomé Moreno, una de esas almas que te llenaban de energía cuando “caías» en el hospital con alguna dolencia.
El micro llegó. Por fin llegué a casa y mientras mis hijas jugaban echándome sanitizante (Un juego que nos ayuda a cuidarnos), pensaba en el dolor que sentían las personas que me crucé, en el dolor de esas familias, en el “Dolor invisible».
Un amigo médico al que consulté por otra cosa me dijo; “Yo estoy llorando todos los días por los propios y por los ajenos, me banco la ingratitud de mi trabajo pero me mata la ingratitud de quienes deciden condenarnos a este dolor».
Escribo esto porque ese DOLOR es noticia, es real, es de TODOS y porque el sufrimiento tiene
nombres y caras y pesa.