En la rica historia de Berisso, marcada por la lucha obrera y el compromiso social, una figura se alza con particular relevancia: el Padre Pascual Ruberto, cariñosamente conocido como «El Cura Gaucho». Su labor como párroco de la Iglesia San José Obrero, en el corazón del Barrio Obrero, lo convirtió en un incansable defensor de los derechos de los trabajadores, plasmando su apoyo no solo en acciones directas, sino también en cartas y comunicados que hoy resuenan como testamento de su compromiso.

Nacido en Avellaneda en 1920 y ordenado sacerdote en 1950, Ruberto llegó a Berisso en 1957. Con apenas 32 años, se sumergió en una comunidad vibrante y, a menudo, golpeada por las injusticias sociales. Su sensibilidad ante el sufrimiento ajeno y su profunda convicción lo llevaron a tomar una postura activa, no exenta de valentía, en defensa de los más vulnerables.

Las Cartas que Defendieron la Dignidad Obrera

Uno de los momentos más críticos que vivió Berisso fue la huelga general por tiempo indeterminado de los trabajadores de la carne en 1958, bajo el gobierno de Arturo Frondizi. Cuando comenzaron los despidos masivos, el Padre Ruberto no dudó en alzar su voz. El 8 de septiembre de 1958, publicó un contundente comunicado en el que expresaba:

«Es evidente que el gobierno nacional debe intervenir severamente sino quiere sucumbir bajo el caos de agitaciones y huelgas provocadas por un capitalismo internacional dispuesto a todo, para imponer condiciones leoninas a la producción, distribución y consumo de las riquezas nacionales. Detrás de los 10.000 obreros despedidos hay 10.000 familias, que representan 50.000 personas. Se las condena a la desocupación y al hambre, con el agravante, de que los frigoríficos amenazan con cerrar sus puertas (…) Los obreros de la industria de la carne, con los cuales trato cada día, piden sencillamente trabajo estable, respeto de las conquistas y protección del Estado contra las maniobras del capitalismo internacional, de cualquier color o bandera.»

Esta carta no solo denunciaba la grave situación, sino que también señalaba directamente la responsabilidad de las políticas económicas y el accionar de un «capitalismo internacional» que condenaba a miles al hambre. Su lenguaje era directo y su mensaje inconfundible: los trabajadores necesitaban trabajo estable, respeto por sus derechos y la protección del Estado.

Su compromiso con la causa obrera también se reflejó en otras misivas. En una carta pastoral dedicada al Día Internacional de los Trabajadores, el Padre Ruberto reflexionaba sobre el significado de la fecha, honrando a aquellos que lucharon por la dignificación de la clase obrera:

«El 1° de Mayo está dedicado a evocar con el recuerdo, y el afecto, a los luchadores y mártires que han servido a la dignificación de la clase obrera. La mayoría de ellos son héroes anónimos, que merecen nuestra veneración y respeto, cualesquiera sean los principios doctrinarios que movieran su acción si obraron de buena fe y con el leal deseo de servir a los humildes y desposeídos (…) No quiero terminar esta carta sin un recuerdo afectuoso para los torturados. Ningún delito puede justificar las afrentas que se han cometido.»

En estas palabras, no solo rendía homenaje a los «héroes anónimos» del trabajo, sino que también, con una valentía notable para la época, condenaba explícitamente la tortura, una práctica que lamentablemente marcó oscuros períodos de la historia argentina.

Un Legado de Lucha y Solidaridad

Las cartas del Padre Pascual Ruberto son mucho más que simples comunicados; son documentos históricos que reflejan su profunda convicción en la justicia social y su inquebrantable defensa de la dignidad humana. «El Cura Gaucho» no solo predicó la fe, sino que la vivió en la acción, alzando su pluma y su voz para ser un faro de esperanza para los trabajadores de Berisso. Su legado perdura como un recordatorio de que la solidaridad y la defensa de los derechos son pilares fundamentales para una sociedad justa.

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