¿La simple idea de pensar en un propósito de Año Nuevo te hace temblar o te da una sensación de esperanza de cambio en el año que comienza?
Enero puede ser un tiempo de reflexión. Lo ideal es que pensemos en el año pasado; recordar los últimos doce meses puede servirnos para aprender de las experiencias y renovar tanto nuestras prioridades como objetivos.
¿Evitas los propósitos de Año Nuevo porque no se cumplieron tus metas el año anterior? No desfallezcas. Ya sabemos que es más fácil renunciar o no plantearse ninguna meta en la vida pero lo bueno, lo que merece la pena, siempre requiere de esfuerzo, porque la recompensa es increíblemente mejor que el no hacer nada.
Tal vez te hayas convencido de que no puedes cambiar tus hábitos. Entonces, ¿qué sentido tiene intentarlo?, te preguntarás. ¿Cómo abandonar el pasado para crear un espacio para las posibilidades del futuro? Hoy intentaremos darte unos cuantos consejos para que tus propósitos lleguen a buen puerto.
Los propósitos de Año Nuevo son una excelente forma de que nuestro cerebro se centre en lo que quiere lograr en el próximo año. Cuanto más tiempo dediquemos a reflexionar e incluso a anotar nuestros objetivos, más involucrado estará el cerebro en el proceso. Básicamente, estás reclutando la ayuda de tu cerebro y, afortunadamente para ti, tu cerebro es tu aliado más fuerte en la consecución de esos objetivos.
No confíes en la fuerza de voluntad, no es la forma de enfocar este proceso, pues la fuerza de voluntad surge de una parte del cerebro, la corteza prefrontal, que se sobrecarga y agota fácilmente. Lo que funciona mucho mejor, dicen los expertos, es entrenar otras partes del cerebro responsables de vincular las emociones positivas a los nuevos hábitos y acondicionarse a nuevos comportamientos.
Haz que esta época del año te ayude a crear un ambiente que apoye el cambio positivo y el avance hacia tus objetivos. ¡Vamos allá!