Ante el aumento sostenido de la temperatura en la región, los especialistas advierten que el golpe de calor ha dejado de ser una simple molestia para convertirse en una verdadera emergencia médica. Esta condición ocurre cuando el cuerpo pierde la capacidad de regular su propia temperatura y esta sube rápidamente por encima de los 40 grados, lo que puede provocar daños graves en órganos vitales si no se interviene de inmediato.
Los sectores más vulnerables ante este fenómeno son los niños pequeños, cuyos sistemas de regulación aún están en desarrollo, y los adultos mayores, que suelen tener una menor percepción de la sed y el calor.
Para identificar un cuadro de este tipo, es fundamental prestar atención a señales claras como el enrojecimiento de la piel, que se siente caliente al tacto pero a menudo permanece seca sin sudoración.
Otros síntomas de alerta incluyen dolores de cabeza intensos, mareos, confusión, náuseas, pulso acelerado y, en casos críticos, la pérdida del conocimiento. En los bebés, la irritabilidad extrema o una debilidad inusual que les impide despertarse son signos que exigen una consulta médica urgente.
El diagnóstico temprano es la herramienta más eficaz para evitar complicaciones a largo plazo.
La prevención es el principal escudo contra las altas temperaturas y comienza con una hidratación constante durante todo el día, bebiendo agua incluso antes de sentir sed. Es recomendable evitar el consumo de bebidas con cafeína, alcohol o altos niveles de azúcar, ya que estas sustancias pueden acelerar la pérdida de líquidos corporales. También se aconseja priorizar una alimentación ligera basada en frutas y verduras, utilizar ropa suelta de colores claros y materiales naturales como el algodón, y evitar estrictamente la exposición solar o la actividad física intensa entre las 10 y las 16 horas.
En caso de encontrarse ante una persona que padece estos síntomas, lo primero es solicitar asistencia médica profesional. Mientras se espera su llegada, es vital trasladar al afectado a un lugar fresco y a la sombra, retirarle el exceso de vestimenta y enfriar su cuerpo mediante el uso de paños húmedos o agua fría en zonas clave como la cabeza, las axilas y la ingle.
Si la persona se encuentra consciente, se le puede ofrecer agua fresca en pequeños sorbos, pero bajo ninguna circunstancia se deben suministrar medicamentos para la fiebre, ya que el origen del calor es externo y no una infección, por lo que el tratamiento farmacológico común podría empeorar el cuadro.




