Berisso, la histórica «Capital Provincial del Inmigrante» y bastión del trabajo industrial, hoy se enfrenta a una de sus crisis más profundas. El cierre de la emblemática planta metalúrgica Acerías Berisso —que dejó a decenas de familias sin sustento tras meses de sueldos impagos y una toma pacífica— es apenas la punta del iceberg de un deterioro que se extiende por la Avenida Montevideo y los barrios periféricos.

Las cifras oficiales del cierre de 2025 confirman lo que se respira en las calles: el desempleo en el Gran La Plata alcanzó el 8,1%, situándose por encima del promedio nacional. Pero el dato más alarmante no es solo el de quienes perdieron su puesto, sino el de los «trabajadores pobres».

El índice de ocupados demandantes saltó al 17,4%, revelando que miles de berissenses que tienen un empleo formal no logran cubrir la Canasta Básica Total y salen desesperadamente a buscar un segundo ingreso para no caer bajo la línea de indigencia.

En el centro comercial, la situación es desoladora. Las vidrieras vacías y los carteles de «alquila» se multiplican en arterias que antes bullían de actividad. Los pequeños comerciantes, asfixiados por el aumento de los servicios y la estrepitosa caída de las ventas —que en algunos rubros supera el 50%—, se ven obligados a reducir horarios o bajar las persianas definitivamente tras décadas de trayectoria.

Mientras el empleo privado se retrae, la demanda en los comedores comunitarios y merenderos de la región no para de crecer. Organizaciones sociales advierten que la asistencia estatal sigue siendo insuficiente ante un costo de vida que no da tregua. La pobreza, que ya afecta a casi un tercio de la población regional según las proyecciones de este último trimestre, ha dejado de ser una estadística para convertirse en el rostro cotidiano de una ciudad que ve cómo su motor productivo se apaga, dejando a su comunidad en un estado de vulnerabilidad extrema.

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