Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) de noviembre de 2025 resuenan como un campanazo de alarma sobre la realidad social bajo la gestión del Gobierno de Javier Milei. Mientras el discurso oficial pregona un «sinceramiento» de la economía, las cifras crudas muestran una aceleración en el costo de vida que pulveriza el poder adquisitivo de los argentinos, poniendo en tela de juicio la efectividad y la sensibilidad social de las políticas de ajuste implementadas.

Según el Indec, una familia tipo de cuatro integrantes en el Gran Buenos Aires necesitó en noviembre la friolera de $1.257.329,03 para no caer por debajo de la línea de pobreza (Canasta Básica Total – CBT). Para no caer en la indigencia, el umbral se fijó en $566.364,43 (Canasta Básica Alimentaria – CBA). Estas cifras son más que meros números: son el reflejo del fracaso en contener el impacto de la inflación en lo más esencial.

El informe técnico revela variaciones que, a pesar de ser presentadas en porcentajes que podrían parecer controlados para algunos —4,1% para la CBA y 3,6% para la CBT respecto a septiembre—, en realidad representan un golpe continuo y demoledor al bolsillo. El acumulado anual y la variación interanual pintan un panorama desolador: la CBA lleva un incremento interanual del 28,9%, y la CBT, del 25,4%. Es decir, mientras el Gobierno intenta estabilizar variables macroeconómicas, el costo de comer y subsistir en Argentina crece a un ritmo brutal.

El «Hogar 2», esa unidad estadística compuesta por un varón de 35, una mujer de 31 y dos hijos de 6 y 8 años, representa a millones de familias trabajadoras que, a pesar de sus esfuerzos, ven cómo sus ingresos se vuelven insuficientes. Si la línea de pobreza para un adulto equivalente se ubica en $406.902,60, es evidente que los salarios y jubilaciones corren muy por detrás de esta carrera inflacionaria, exacerbando la brecha social.

La promesa de un mejor futuro se estrella contra la realidad del presente: más gente necesita más dinero para acceder a menos. La metodología del Indec, basada en requerimientos nutricionales mínimos y el coeficiente de Engel, subraya que estos umbrales no son caprichosos, sino el cálculo de lo indispensable para una vida digna. El hecho de que la indigencia y la pobreza se profundicen bajo este modelo de «shock» económico sin una red de contención social robusta es, en sí mismo, la crítica más severa al Gobierno de Milei. El ajuste no puede ser solo fiscal; debe ser, ante todo, humano.

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