Osvaldo tiene deudas, una relación amorosa que va en picada y una salud que no acompaña. Su dolor de rodilla se acentúa en la noche.
Osvaldo no quiere dejar su vida de lujos mal habidos y estafar a sus clientes ya no le es suficiente; poco a poco fue empeorando su vida y se ha vuelto ladrón. Hace unos días, aprovechando que su hermano estaba de vacaciones, le robó dinero. A sus dos primos, los desvalijó.
Su novia tiene sospechas de que él no es el caballero encantador que la conquistó y quiere dejarlo.
Ésta noche no puede dormir. Su rodilla parece estar prendida fuego de tanto dolor.
Sin encender las luces va a la cocina por un té o un vodka, le da igual.
Fue entonces cuando vió entrar la esfera.
En su niñez, oyó alguna vez sobre la esfera en las charlas familiares de los adultos.
Nunca preguntó, ni él ni su hermano; y con los años, los abuelos murieron y las reuniones familiares desaparecieron.
La esfera que apareció de repente, se pasea cerca de las alacenas, pasa de largo de él y va hacia el comedor y vuelve rápidamente hasta ponerse frente a su rostro. Osvaldo está casi petrificado de la consternación.
La esfera cambia su apariencia, de un blanco lumínico a transparente. Osvaldo nota que hay una escena dentro de la esfera, en la que reconoce a su abuelo y a dos de sus tíos.
Ellos están hablando entre sí, cuando de pronto, giran sus rostros para mirarlo. Osvaldo da un salto del susto al ser descubierto.
En ese instante, la esfera desapareció.
Al día siguiente, Osvaldo llama a su hermano para contarle sobre el suceso, y a continuación, su hermano le relata que ha vivido exactamente lo mismo.
Nuevamente la esfera se presenta la noche siguiente, está vez, está al otro lado del vidrio de la ventana, dentro ella aparece una inscripción. Osvaldo quiere buscar su cámara, pero sabe que la esfera se desvanece con el correr de los segundos.
Entonces, Osvaldo moja la yema de su dedo para copiar lo que ve. O al menos es lo que intenta.
La esfera se ha ido y solo queda el vidrio de la ventana con marcas que él escribió con saliva.
Con movimientos desesperados, abre el cajón del modular, ese cajón en el que guarda de todo. Del apuro, la tijera salta por un costado y también algunas boletas impagas, hilos de plástico que guarda por si llegara a necesitar; todo cae al piso frenéticamente, papeles, una regla, destornillador y sí, la ansiada lapicera hace su aparición.
La toma junto con el papel que le quedó a mano y escribe lo que aún, húmedo sobre el vidrio, es algo legible, otro poco lo saca de lo que creé recordar. De todos modos, no puede leerlo, es un idioma que no conoce.
Llama a su hermano con desesperación.
-Diego, ¿viste la esfera hoy? ¿Tenía inscripciones también?
Su hermano no le responde, solo guarda silencio.
-¡Diego! ¡Diego! Grita Osvaldo notablemente alterado.
Su hermano corta la llamada.
Recibe entonces un mensaje de texto escrito en el mismo idioma que mostraba la esfera.
Los caracteres son, al igual que los que copió Osvaldo, cuneiformes.
Osvaldo se despierta con un sobresalto a causa de un trueno que hace temblar los vidrios de las ventanas. Afuera una tormenta feroz parece quebrar las ramas de un árbol.
Mira a su alrededor y no recuerda cuando se acostó.
Sale de su cama sin dolor y camina hasta la cocina, espera encontrarse con el papel con las inscripciones cuneiforemes y no hay nada. Tampoco tiene el mensaje en su teléfono.
Y el cajón , que en la madruga revolvió y tiró al suelo, está cerrado en su sitio.
Osvaldo intenta llamar a su hermano pero no tiene a ningún Diego en su agenda telefónica.
Se sienta por un momento a pensar en todo esto cuando escucha una respiración sobre su cabeza. Al levantar la vista, puede ver la circunferencia translúcida sobre él, y por fuera de esa esfera, Osvaldo ve a su hermano que lo mira con cierto enojo. Entonces Osvaldo toma un papel pidiendo ayuda a su hermano y escribe:
^|`~✓§∆*/¢✓√|`°~
Asombrado por su escritura cuneiforme lanza un grito y nuevamente se despierta.
Comprende que ha tenido un sueño dentro de otro sueño. Aunque algo agitado, sonríe sacudiendo su cabeza y se dirige a la cocina a tomar agua. Ya está amaneciendo.
Mientras bebe el agua, se ríe del sueño. Mira hacia afuera desde la ventana de la cocina y ve el vidrio escrito con marcas hechas por sus dedos. El vaso cae de su mano estallando en el piso, al bajar la vista nota que ya no tiene nada debajo de su muslo, la rodilla que le dolía no está ni el resto de su pierna.
Desesperado intenta dar saltos y llegar hasta el teléfono. Pero no puede hacerlo, está dentro de una esfera y cada salto hace girar la esfera y lo pone de cabeza. Una y otra vez lo intenta y solo logra hacer girar la esfera. En una de sus vueltas, queda de cara contra el vidrio, las letras cuneiforemes se transforman al alfabeto que conoce y puede leer claramente:
«Las consecuencias de tus acciones, deseos e intenciones te rodearán hasta que reconozcas tu sombra interior. La humanidad es un todo indivisible, y cada herida que infliges a otro es una herida que te infliges a ti mismo.»
La esfera siguió girando, y Osvaldo se quedó atrapado en su interior, con el mensaje cuneiforme grabado en su frente para siempre.
Patricia Alejandra Cerdá.-
«Toda alma, cuando busca su luz, su rectificación, también lo suma al conjunto de las almas.»Patricia Alejandra Cerdá.