Susana lleva el pelo algo descuidado. No ha reparado en ello de tanto renegar desde adentro. Su pesada cavilación, dilata y ensancha su amargura. Ha de estar segura en cada uno de sus pensamientos, aunque inflados por adentro, no advierte el peligro.
Susana siempre ha sido posesiva con Osvaldo, pero desde que abandonó su trabajo, tiene más tiempo libre, y su obsesión va en aumento.
Ella le pregunta constantemente sobre sus actividades, necesita detalles exhaustivos y se enoja si él tiene planes con amigos o va al gimnasio Lo persigue, lo llama por teléfono una y otra vez. Por lo que Osvaldo , ha dejado de concurrir a esos espacios, para que ella esté un poco mas calmada.
En el último mes, Susana ha descubierto un bache: tres veces por semana Osvaldo no responde. Susana persiste en ese diálogo interno dónde se dice a sí misma que, si no controla a su marido, él la abandonará.
Osvaldo, movido por un amor genuino, se esfuerza por evitar cualquier causa de tristeza o inseguridad en Susana. Ante su angustia y desconfianza crecientes, él redobla su atención y le brinda pequeños gestos de cariño, como sorpresas diarias al regresar del trabajo. Sin embargo, Susana, inmersa en su espiral de sospechas, solo ve en estos actos una confirmación de sus temores, profundizando así su desconfianza.
Es domingo, muy temprano aún; Susana nota que Osvaldo no está en la cama. Recorre la casa buscándolo.
Desde la cocina, logra ver el patio, y a Osvaldo junto al cerezo.
Osvaldo está cantando en tono suave, y un coro de aves lo acompaña.
En este momento, ella se siente amenazada, como si él estuviera compartiendo una parte de sí mismo con alguien más.
«¿Desde cuándo cantas?», le pregunta con irritación.
Osvaldo le explica que ha estado tomando clases en secreto, y que esperaba a sentirse más seguro con su voz, para mostrarle a ella su nueva pasión, pero Susana no lo escucha.
«Deja eso, no sirves para cantar», le dice, y vuelve a la casa a preparar su desayuno.
Osvaldo se entristeció, aún así, siguió cantando hasta terminar el ejercicio.
Una de las tantas aves que lo oían, voló hasta su hombro, dejando caer una pequeña pluma sobre su cara.
Osvaldo la sintió como una caricia, un regalo, un gesto de amor que tanto necesitaba.
La ligereza de la pluma le da una revelación: el amor es liviano y sutil, no aplasta ni encarcela.
Osvaldo elige ser él mismo.
Cuando Susana regresa, sólo encontra al cerezo vacío.
Las aves han volado, dejando atrás mucho silencio.
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(Te hablé de Susana, pero ahora, vuelve a leer la historia y cambia los roles. Notarás la fuerza de la agresividad. Así también, se cuenta una historia)
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Los ataques emocionales, el comportamiento posesivo y la agresión, NO son signos de amor, sino de abuso.
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«No busco el sometimiento de quien me ama. No quiero ser amado por una conciencia que se me somete. No quiero convocar su admiración, ni su deslumbramiento, ni nada que reduzca la dimensión de su ser auténtico, de su ser más valioso.
No somos uno. Somos y seremos dos». José Pablo Feinmann.
«El amor no es posesión, es libertad». Simone de Beauvoir.
«El amor es un río que fluye, no un muro que encierra»
Pablo Neruda.
Cosas que pasan a diario y muchas veces las normalizan diciendo que es por amor. el amor no limita, ni controla, el amor alienta a ser mejores, a dar lo mejor y buscar la felicidad en conjunto!
hermoso cuento!!
Abre los ojos y piensa si realmente eres feliz…
Impecable relato de un no amor. la toxicidad no existe sólo en las relaciones de pareja, lamentablemente también está instaurada en relaciones de amistad y familia. Gracias por este regalo de reflexión.
Gracias a todos los que leen mis escritos.
Cuanta sinceridad en este texto, espero que sigas creciendo y endulzando los ojos de tus lectores!