El tema no es nuevo, pero la Ciudad de Berisso se va convirtiendo, a paso acelerado, en el Paraíso de cualquier Empresario que quiera explotar a los trabajadores. Desde el Estado Municipal, conducido por Fabián Cagliardi, hasta los empresarios/políticos de la ciudad, maniobran los destinos de trabajadores cada vez más sometidos a las voluntades del patrón.

Un ejemplo más de ésto es la cantidad de denuncias sin oír que llegan a éste medio, desde trabajadores de pseudo cooperativas de seguridad que trabajan para «La Muni», pasando por los ya consabidos «juntadores» de basura, hasta los miembros de la panadería más famosa de Berisso.

Y es que el caso de la ex Panadería Don Armando, es un emblema del «liberalismo», lleno de deudas y juicios, su propietario Alberto Amiel, ex funcionario y hombre fuerte del PRO local, encontró la forma de burlar sus «problemas» transformando su negocio en Cooperativa.

Con ésta premisa clara, la de evitar pagar deudas, Don Armando se transformó en la «Cooperativa de Trabajo Gastronomía Berisso Limitada» no sin antes prometer «el oro y El moro» a los empleados que, mitad por temor y mitad por ilusión, agarraron viaje.

Pero la burbuja no demoró nada en pincharse ya que la primera decisión de la cooperativa fue designar al propio hijo de «El Beto» como presidente de la misma, arrogandose también los cargos de «Gerente», «Jefe de Ventas», «Jefe de Producción» y hasta el de «inventor de nuevos productos», por lo que al «repartir las ganancias de la cooperativa, se lleva, al menos, cinco sueldos.

Sin aguinaldo, por el sistema cooperativa, los Amiel se niegan a repartir las ganancias que produce el negocio que ahora, supuestamente, pertenece a la cooperativa. Pero eso no es lo peor que hicieron según los testigos.

El Beto, en su pensamiento cooperativista, echo a dos trabajadores que estaban enfermos por no venir a trabajar en época de pandemia por orden médica, ya que uno padece una complicación cardíaca y el otro, un hombre con más de 25 años en la panadería y con la enfermedad de Chagas, fue corrido sin indemnización, ni nada, «Hasta la cuñada echó», cuenta uno de los damnificados.

Otro dato importante es que para poder cobrar, desde el primer día, la familia Amiel les habría exigido a cada uno de los «Cooperativistas» que fueran al correo y enviaran un telegrama de despido, que el mismo les habría confeccionado, para evitar futuros juicios.

Contadores que duran poco, oficinas cerradas, asambleas fantasmas y atropellos por doquier y amenazas, son parte de éste «plan liberal», sin que ni sindicatos, ni el Estado y mucho menos la justicia, los revise, aún cuando muchos aseguran que el alta de cooperativa Municipal y la facturación, son inexistentes.

Los empleados tienen temor, algo ya común en éste BERISSO que es el Paraíso de la tercerización.

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