En un artículo publicado en la revista Science, expertos de Brasil y Argentina describieron la amenaza que supone esta especie invasora para la biodiversidad. Participó un científico del CONICET La Plata que reportó por primera vez la presencia del mejillón dorado en América del Sur, más específicamente en Berisso.
En 1991, en la playa Bagliardi de Berisso, el investigador de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, Gustavo Darrigran, registró por primera vez la presencia en América del Sur del mejillón dorado, una especie de molusco no nativa proveniente del sudeste asiático.
El experto halló unos cuatro o cinco individuos por metro cuadrado adheridos a las piedras de la costa. Un año después, la proporción era de 20 mil por metro cuadrado, y cuatro años más tarde, de 150 mil ejemplares sobre esa misma superficie.
Se trataba de una gran invasión facilitada principalmente por dos factores: el comercio internacional a gran escala, porque estas especies se trasladan a través del agua de lastre de los barcos; y el cambio climático, con ambientes inestables y permeables a la apropiación por parte de especies no nativas.
Desde ese hallazgo a comienzos de los ’90, se estima que el mejillón dorado avanza hacia el norte y gana terreno a una velocidad de 240 kilómetros por año.
Es por eso que, junto a colegas de Brasil, Darrigran acaba de participar de una publicación de la revista Science que da cuenta de la amenaza que significa para los ecosistemas de la cuenca del Amazonas, uno de los lugares más ricos en biodiversidad de todo el mundo, del que se encuentra a apenas 150 kilómetros.
El científico, que se desempeña como curador de la Colección Malacología del Museo de La Plata (UNLP) y en el Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación en Ciencias Exactas y Naturales (LIIECEyN) del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS, CONICET-UNLP), es el único argentino que participó del trabajo.
“El mejillón dorado vive en el agua dulce y tiene la capacidad de adherirse a todo sustrato duro disponible, como piedras, plantas acuáticas, troncos, otros moluscos, o cangrejos, entre otros, lo que le permitió explotar un nicho ecológico vacante: sin parásitos locales que lo afecten, ni depredadores nativos capaces de limitar su gran capacidad reproductiva y adaptativa, va avanzando a contracorriente por al menos tres cuencas hidrográficas del continente, desde un clima templado a uno subtropical”, describió Darrigran.
Y apuntó: “Su llegada a la Amazonia puede afectar directamente a la biodiversidad nativa y provocar la extinción de especies, incluso de algunas que no se han estudiado todavía”.
Hay más de 2.500 especies de peces exclusivas de la cuenca del Amazonas que dependen del agua amazónica rica en nutrientes y de sus plantas y algas residentes. El Amazonas representa el 15% de la descarga de los ríos del mundo en los océanos. “Esto afectará el equilibrio en una escala desconocida; ni siquiera podemos calcular el tamaño del impacto”, alertó el científico platense.
En base la experiencia de lo ocurrido en otros lugares ya invadidos, el experto subrayó que también puede causar un importante daño económico: gracias a esa capacidad de adherirse a sustratos duros, es común que el mejillón dorado se fije en el interior de caños y filtros de tomas de agua para consumo humano o de canales de riego, y en sistemas de refrigeración de centrales eléctricas e industrias, lo que se conoce como macrofouling, cuyo saneamiento provoca pérdidas millonarias.