Basta con recorrer la zona céntrica de nuestra ciudad cuando amanece, para descubrir a muchos vecinos que viven del cirujeo o la dádiva. La marginalidad se incrementa a la par de la crisis económica.

Decenas o cientos de personas en nuestro Berisso son los que Eduardo Galeano describió como  Los Nadies. «Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos….» Postales que se multiplican y adoptan formas diversas, juntando latas y botellas, abriendo las bolsas de basura. Mangueando o esperando desde temprano en la puerta de los supermercados a que se desprendan de  cosas vencidas.

En este domingo de ramos, donde la feligresía católica recuerda el ingreso triunfal de Jesús a Jerusalén y las iglesias lucirán pulcras  y perfumada de flores, hay gente que durmió en las veredas. Serán parte de las  estadística o de la remanida pobreza estructural, que además padecerán el estigma de la crítica despiadada abatiendo sobre ellos todo tipo de acusaciones.

Un sector de la sociedad, siempre tiene una justificación para la marginalidad, que muchas veces se parece a  un merecimiento. Pero el estado no puede sostener esa posición. En una ciudad de apenas 100 mil habitantes, es imposible no atender las necesidades básicas para que las familias no terminen en el último peldaño de vivir en la calle. Hay una instancia previa y recursos previstos, a disposición de los funcionarios de turno.

Otra persona durmiendo en la puerta del IOMA

Malabaristas, limpiavidrios, cuidacoches, carreros, vendedores ambulantes, ferias, trueques y chicos pidiendo son una pauta clara que un sector de nuestro Berisso está en emergencia. Las consecuencias de no atender estas cuestiones vitales se pagará con creces en el corto plazo. Esto es una emergencia aunque pretendan atenuarse con el título de «Soberanía alimentaria», Como si la semántica evitará el sufrimiento.

Oscar tiene una historia detrás como la de tantos, que lo arrojaron a pernoctar en 8 y 166. Quienes deseen contactarlo deberán buscarlo por la zona de Río de Janeiro y Montevideo. Solo es cuestión de mirar a las personas, que no son lo mismo que el paisaje.

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