Mientras los reflectores de la Exposición Rural de Palermo se apagan con el eco de los discursos optimistas de los referentes del campo y el gobierno de Javier Milei, una sombra se proyecta sobre millones de jubilados argentinos. La narrativa de «libertad económica» y «reactivación productiva» para el sector agropecuario contrasta drásticamente con la realidad de un ajuste brutal que, para la tercera edad, se traduce en una erosión sin precedentes de sus haberes y su calidad de vida.
La Fiesta del Campo: Una «Libertad» para Pocos
La Sociedad Rural Argentina (SRA) ha sido el epicentro de la celebración de las políticas gubernamentales. La eliminación o reducción de retenciones a las exportaciones, la devaluación del peso que engrosa los bolsillos de los exportadores y la promesa de una menor intervención estatal han sido los pilares de un «cambio de paradigma» que el campo recibe con los brazos abiertos.
«Hemos recuperado la libertad para producir y generar riqueza para el país», declaraba exultante un dirigente de la SRA durante la Rural, ignorando convenientemente las voces de quienes cuestionan quiénes son los verdaderos beneficiarios de esa libertad. Se habla de una «cosecha récord» de divisas y una revitalización del sector, pero la pregunta persiste: ¿a qué costo y para quiénes? La liberación de cargas impositivas para el sector se traduce, en la práctica, en una redistribución regresiva de la riqueza, donde los que más tienen son los primeros en beneficiarse.
La argumentación oficial y de la SRA es que un campo fuerte derramará riqueza sobre toda la economía. Sin embargo, la evidencia inmediata sugiere lo contrario: el camino hacia esa supuesta prosperidad general parece estar pavimentado con el sacrificio de los más vulnerables.
La Tragedia Silenciosa de los Jubilados: Descartables del Ajuste
Mientras los campos esperan cosechas abundantes y los productores evalúan nuevas inversiones, la situación de los jubilados y pensionados se ha convertido en una emergencia social. La brutal licuación de sus haberes, consecuencia directa de una fórmula de movilidad previsional que quedó desfasada frente a una inflación galopante y de la decisión política de utilizar las jubilaciones como variable de ajuste, ha hundido a millones de personas en la pobreza y la desesperación.
«Con lo que cobro, tengo que elegir qué remedio compro y qué comida dejo de lado», confiesa Elena Gómez, una jubilada de 75 años de Berisso, con lágrimas en los ojos. «Nos prometieron libertad, pero lo único que vemos es la libertad del gobierno para quitarnos lo poco que tenemos. ¿Nuestras vidas no valen nada frente a las ganancias de unos pocos?».
Las organizaciones de jubilados no cesan en sus denuncias. Alertan que el achique del Estado, tan elogiado en los discursos oficiales, se está logrando a costa de los sectores que menos capacidad de defensa tienen. El desmantelamiento de programas sociales, la eliminación de subsidios y la drástica caída de las prestaciones complementarias agudizan una crisis que va más allá de lo económico y se adentra en lo humanitario.
Un Modelo que Profundiza la Desigualdad
La clara disparidad entre el optimismo reinante en el sector agropecuario y la angustia de los jubilados dibuja un preocupante escenario de creciente desigualdad. El modelo económico impulsado por el gobierno de Milei, si bien podría estar generando las condiciones para una mayor rentabilidad en el sector exportador, parece hacerlo profundizando la brecha social y cargando el peso del ajuste sobre los hombros de quienes menos pueden soportarlo.
La retórica de la «libertad» y el «orden fiscal» para unos pocos se contrapone con la cruda realidad de la subsistencia diaria para muchos. La pregunta que resuena con fuerza es si una recuperación económica basada en la desprotección de los adultos mayores es sostenible o deseable en una sociedad que aspira a la equidad y la justicia social. Mientras el campo celebra, los jubilados resisten un invierno que se siente más frío y largo que nunca.