Leamos una pequeña muestra de lo maravilloso que resulta, mirar el mar, y la vida, a través de la palabra literaria de Virginia Woolf:
» … Si olvida que el mar es un monstruo… y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en el que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero.» Virginia woolf, de su libro: Las olas.
Una obra majestuosa y poética, plena de buen humor, como uno de los tantos talentos de la escritora.
.
****†****No puedo imaginarme la vida sin mirada poética****†*****
Nos es dada a modo de correspondencia interna.
El lector, semejante a un niño frente al mar,
permite dar a sus pies, los primeros toques del magno marino, las primeras palabras de una obra literaria.
Y, como el mar, la inmensidad de la palabra se aprecia con cada ola sobre la piel de la conciencia.
Es al NOMBRAR que el elemento vive.
Sin palabras, nada existe.
Carece de apariencia.
Si el azul jamás hubiera sido nombrado,
el cielo aparecería gris o verde; o tal vez, no habría cielo.
El mar es sólo un conjunto de olas?
Las descripciones poéticas de Virginia, son sólo fragmentos?
El barco también podría ser un niño?
Olas de pensamientos analógicos discurren en la arena de la vida cotidiana.
Nuevamente el lector,
cual barco frente a la gran mole,
ahora se adentra,
animado por el consejo:
«mira la ola»
Aunque el mar es bravío en su conjunto,
amenace tierna escultura.
Su mente enorme y gigantesca
comprenderá que es la ola,
el presente;
el instante de vida a sortear.
Y como todos sabemos,
el niño solamente piensa en jugar.
Hará, entonces, de aquel
monstruo espumoso,
un caballo alado para saltar
y volar sobre cada ola.
La palabra ola,
difiere,
de la palabra mar.
Patricia Alejandra Cerdá Íñiguez