En un giro que solo la política argentina puede ofrecer, el peronismo Cagliardista de Berisso ha encontrado un nuevo y exótico aliado: el sector libertario, personificado en la senadora provincial Florencia Arietto. Y el intendente y presidente del PJ local, Fabián Cagliardi, no solo lo tolera, sino que lo celebra con fervor de converso.
Durante la reciente sesión del Concejo Deliberante, el jefe comunal, quien asegura ser peronista, en una jugada digna de un malabarista político, elogió esta flamante sociedad. «Si nosotros no estamos juntos no vamos a poder lograrlo, la construcción es colectiva y entre todos», declaró Cagliardi, para luego poner como «ejemplo» de esta unidad la gestión de la histórica Clínica Mosconi, rescatada junto al concejal (Darío) Luna y la senadora Arietto, “para tener una Argentina mejor”.
La noticia sería un simple dato de gestión si no fuera por el inmenso y profundo foso ideológico, ético y hasta geográfico que separa a las ideologías que uno y otro dicen representar. Por un lado, tenemos a Fabián Cagliardi, el presidente del PJ local que de repente abraza la filosofía del consenso con quienes representan todo lo que históricamente combatió el movimiento que preside.
Una coincidencia tal vez: este fervor por la Mosconi resurge luego de que Cagliardi se distanciara del centro de salud tras una fallida «municipalización» anunciada con bombos y platillos, y de que su protegido perdiera la elección en la cooperativa que maneja la clínica.
Por el otro, Florencia Arietto, la senadora que, con su característica elocuencia, se ha autoproclamado una de las más grandes antiperonistas del país. La misma que enarbola las banderas de la «libertad» mientras promueve ideas que atacan las bases de la salud pública, la protección a los trabajadores y el estado presente, pilares históricos, al menos en teoría, del justicialismo.
El gran elefante en la sala es, por supuesto, la hemeroteca. Los vecinos del populoso barrio José Luis Cabeza de Berisso aún recuerdan la época en que la actual aliada del PJ local los acusó públicamente y sin pruebas de ser una cuna de delincuentes, señalándolos como los responsables de los asaltos en el tren.
Parece que el intendente peronista ha decidido que la difamación a sus propios vecinos es un precio justo a pagar por la «construcción colectiva».
Que un presidente del PJ festeje trabajar con una figura que ha dedicado parte de su vida a denostar la organización sindical y los derechos laborales es, cuando menos, poético. La salud pública, otro caballo de batalla peronista, también queda en entredicho al aliarse con un sector que promueve el recorte del gasto en áreas sociales. La ideología de Arietto, que se resume en una crítica feroz y a menudo despectiva hacia todo lo que huela a peronismo y militancia, parece haber sido convenientemente archivada. O bien, Cagliardi ha entendido que, para ser un buen peronista moderno, es necesario que te digan que «no servís» y luego te pidan una selfie de gestión.
En definitiva, esta insólita sociedad entre la bandera peronista y la motosierra libertaria deja una sola conclusión: en Berisso, el pragmatismo supera la ideología. La «construcción colectiva» es hoy el nombre elegante para la necesidad política. La pregunta que queda flotando es: ¿quién se está convirtiendo en quién? ¿O es que ambos están convergiendo en ese extraño limbo donde las convicciones son tan desechables como una promesa de campaña?




