Generalmente, el primer maestro se queda grabado a fuego en nuestra memoria. Como alumnos a veces nos confundimos y le exigimos que haga las veces de educador, padre, árbitro, amigo, psicólogo y superhéroe. El alguna ocasión seguro también fue factible que los sentimientos y las costumbres nos traicionen y lo llamemos con un «ma» o «pa», acto que seguramente motivó la risa de los compañeros seguida de unas mejillas muy coloradas.

¿Cómo no agradecerles la importancia de su rol en nuestra educación y en nuestras vidas? ¿Cómo no reconocer que fueron claves para nuestra socialización ? Aunque habrá casos de maestros no muy simpáticos y hasta cascarrabias, en general brindan cariño y contención para los alumnos.

Tal vez, al fin y al cabo, no sea su capacidad para enseñar las tablas de multiplicar, los verbos o los ecosistemas lo que realmente los diferencie y enaltece, ¿no? Homenajeamos su pasión, su paciencia, su tenacidad y compromiso.