«La madrugada del 20 de Septiembre mi familia y yo inhalamos monóxido de carbono y nos dormimos. Olivia, Ramiro y Simón fallecieron.
Yo me desperté a las horas en el hospital sin saber qué había sucedido. Marcos estaba internado. Puedo decirles que Dios ya estaba obrando en mis emociones, poniendo en mí la paz sobrenatural que los que hablaron conmigo pudieron sentir.
Al siguiente día mi hermana me explicó lo que había sucedido y supe que mis hijos ya habían alcanzado la plenitud de la Gloria de Dios en la eternidad; los pude ver plenos y felices disfrutando del amor de Jesús, a quien habían recibido en su corazón hacía tiempo.
Los días que siguieron permanecí con mi amado esposo y oré con él, le leí la biblia, lo amé y le declaré la grandeza del amor y el poder de Dios que me había levantado a mí de manera indiscutiblemente milagrosa, con un propósito, y le dije que lo estaba esperando, que cuando Dios terminara de trabajar en su corazón lo iba a levantar.
El 26 de septiembre el Señor soberano que tiene el control de todas las cosas, que es el alfa y la omega, el principio y el fin; el Dios eterno que nos ama lo levantó, lo levantó a su plenitud y se lo llevó con él. Clamé para que resucitara, Dios ya tenía un plan.
Partieron con el Señor, se adelantaron. Dios sabe lo que conviene, nunca se equivoca.
Doy gracias por el maravilloso tiempo que me permitió disfrutar de ellos. Doy gracias porque me levanto a una vida distinta. Doy gracias por cómo me llenó de paz y cubrió mis emociones.
Sigo por gracia de Dios, en la plenitud de «Aquel que todo lo llena en todo.»
ROCIO ASTORGA