El fin de semana trajo más que solo la habitual tensión pre-electoral. Mientras el kirchnerismo en Fuerza Patria definía sus fichas, el MDF desplegó una estrategia digna de un ajedrecista con dos jugadas de ventaja: armó listas paralelas. Por si «se rompía todo», como quien dice, y había que salir a jugar con la segunda camiseta.
La movida, que incluyó la insólita utilización del sello del ParTE, el partido del mismísimo Alberto Fernández (¿un guiño nostálgico o una avivada burocrática?), generó más carcajadas que preocupación. Es que, según trascendió, muchos de los nombres que pululaban en esas «listas que no fueron» respondían a Andrés Larroque. «Al Cuervo le dieron el joystick desenchufado para que juegue un rato», se mofaron del otro lado, en una chicana que resume a la perfección el espíritu de la opereta.
Pero lo más jugoso de esta tragicomedia electoral tuvo su capítulo estelar en Berisso. En la «lista a diputados Blue» (que, por lo visto, era más verde que azul), apareció nada menos que la presidenta del Concejo Deliberante local, Aldana Iovanovich. La misma, que según los cronistas de pasillo, recibió un llamado de apuro del mismísimo intendente Fabián Cagliardi. ¡Imaginen la escena! Aldana, con la emoción a flor de piel, desembarcando en el lugar acompañada por su troupe de «La Roldán» (presumiblemente, su círculo íntimo), lista para el gran salto a la Cámara de Diputados.

La foto mental de ese momento de euforia, ese brindis anticipado por el escaño que ya se sentía propio, es impagable. Claro, la euforia duró menos que el plan económico de Milei. Horas después, la cruda realidad se encargaría de bajarla de la nube: todo era «una jodita para Videomatch». La lista, como era de esperarse, no prosperaría.
Así que, mientras la política se debate entre rupturas y uniones, en Berisso tenemos nuestra propia versión del show. Un espectáculo donde algunos se emocionan con llamados inesperados, y otros, con un joystick sin conexión, se entretienen jugando a ser protagonistas. En fin, cosas de la política, donde la ironía es casi un requisito para no perder la poca cordura que nos queda.