«No se que hacer. No sé a quien recurrir. Se me va a morir acá. No tengo ni alimento y ya hablé con todos» dice Noemí, una mujer que cuida de su esposo postrado por una enfermedad irreversible.

Noemi vive en una humilde casa en zona de calles 132 entre 8 y 9 de Villa Argüello, en dónde junto a su marido, postrado por un tumor cerebral que le paralizó el cuerpo y lo mantiene sin hablar y con dificultades para ingerir alimentos y líquidos, padecen la falta de empatia de un Estado que parece no comprender la situación.

«Mi marido estaba internado en el hospital de Berisso porque tenía una lastimadura en la que ingresó un virus… Ayer le dieron el alta porque necesitaban la cama, me dijeron» comienza contando la vecina.

«Yo les expliqué que en mi casa se llueve todo. No puedo tenerlo así… Se va a morir acá » explica acongojada y agrega; «hace una semana desde el hospital mandaron a un hombre a arreglar el techo. Quito la membrana y puso cemento, pero el arreglo quedó mal y ahora se llueve más que antes».

«El año pasado en el municipio me dieron unas chapas y unos tirantes que ahí los tengo, porque no puedo comprar ni clavos y no tengo quien haga el trabajo. Por obvias razones, ni yo ni mi marido podemos» expresa Noemí.

«Ya fui a hablar con el Intendente, fui a hablar con el Secretario de Salud, Borga, hablé con todas las asistentes sociales y la respuesta siempre es «NO HAY»… Me dicen que mi marido no puede ni siquiera ir al asilo, que no hay lugar para él… Se va a morir acá… Hace unos días cruce a otro funcionario y le pedí que por favor me hacer que una bolsa de alimentos. Me dijo que sí y todavía lo estoy esperando…

Mí marido no camina, no habla, perdió un oído y tiene un tumor en la cabeza el cuál no se puede operar por su situación… Me siento totalmente devastada con esta situación. Tengo terror que le pasé algo en mí casa…»

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