La ciudad de Berisso, enfrenta una creciente crisis social y alimentaria donde la desnutrición y el hambre se han convertido en una cruda realidad para un sector cada vez más amplio de su población. Los menores y los ancianos son los grupos más duramente golpeados por esta emergencia, mientras la comunidad se organiza en un esfuerzo desesperado ante la percibida inacción de las autoridades municipales.
La situación es crítica: en los barrios periféricos y en zonas de mayor vulnerabilidad, los casos de personas, especialmente niños y adultos mayores, que no logran cubrir sus necesidades nutricionales básicas se multiplican. La mala nutrición ya se traduce en graves problemas de salud, desde enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas y proteínas hasta un debilitamiento general del sistema inmunológico.
El principal motor de esta crisis es la dificultad para adquirir los insumos básicos de la canasta alimentaria. Con precios en constante ascenso, una gran parte de las familias berissenses no puede costear los alimentos esenciales, quedando al margen de una dieta sana y suficiente.
Frente a este panorama desolador, la respuesta de la comunidad ha sido la multiplicación de ollas populares y comedores . Estos espacios, gestionados por vecinos, organizaciones sociales y voluntarios, se han erigido como el último refugio para miles de personas que dependen de un plato de comida diario. Diariamente, decenas de voluntarios luchan por conseguir donaciones y cocinar para asistir a quienes, de otra manera, pasarían el día con el estómago vacío.
Sin embargo, estos esfuerzos comunitarios están al límite de su capacidad. Los responsables de los comedores reportan una afluencia creciente, lo que exige más recursos, insumos y ayuda logística de la que pueden gestionar por sí mismos.
Mientras la emergencia se agrava, la ayuda del Estado municipal ha sido calificada como escasa por referentes sociales y encargados de los comedores. Las críticas apuntan a la falta de programas alimentarios robustos, la insuficiencia en la entrega de mercadería y una débil coordinación para responder a la magnitud de la crisis.
«Necesitamos más que promesas o bolsas de comida esporádicas. Necesitamos una política de Estado que garantice el alimento y la salud de nuestros chicos y nuestros abuelos», declaró la referente de una olla popular, quien prefirió mantener el anonimato por temor a represalias.
La problemática de la desnutrición en Berisso no es solo un tema de asistencia, sino que pone en evidencia la profunda desigualdad económica y social que atraviesa a la ciudad. La comunidad exige una respuesta urgente y contundente de las autoridades para evitar que la crisis alimentaria siga cobrándose la salud y el futuro de los berissenses más vulnerables.