A medida que el calendario avanza hacia las elecciones, la ciudad de Berisso se transforma. Calles que antes presentaban baches profundos son repentinamente pavimentadas, plazas abandonadas «recuperan» su esplendor con nuevas pintadas y bancos, y los anuncios de programas sociales y mejoras en los servicios públicos se multiplican en los medios de comunicación «amigos» y las redes sociales. Esta intensificación de la actividad gubernamental, que contrasta notablemente con el ritmo más pausado del resto del año, ha generado un debate persistente entre los ciudadanos: ¿son estas acciones un genuino compromiso con el desarrollo de la ciudad o una estrategia de campaña para captar votos?
Históricamente, muchos gobiernos municipales han recurrido a una lógica de «gestión electoral» que prioriza la visibilidad y el impacto inmediato sobre la planificación a largo plazo. En Berisso, este patrón se manifiesta en la priorización de obras de infraestructura que son fácilmente perceptibles para el electorado, como el asfalto o la renovación de espacios públicos. Estas obras no solo mejoran la calidad de vida de los vecinos, sino que también sirven como poderosos símbolos de «progreso» y «eficiencia» de la administración que se lanza a trabajar, una vez cada dos años. La lógica es simple: una obra visible es un argumento de voto tangible.
Sin embargo, esta estrategia tiene sus críticos. La principal objeción es que la administración de los recursos públicos no debería estar sujeta a los ciclos electorales. La falta de continuidad en la ejecución de proyectos a lo largo del mandato puede llevar a un uso ineficiente del presupuesto y a la postergación de obras estructurales más complejas y menos «fotogénicas», pero que son esenciales para el desarrollo sostenible de la ciudad. Además, esta forma de gobernar puede fomentar el clientelismo político, donde las obras y los beneficios se distribuyen estratégicamente en áreas geográficas o grupos de votantes clave.
La percepción de los ciudadanos ante este fenómeno es mixta. Mientras algunos celebran la llegada de las obras, independientemente del momento en que se realicen, otros expresan un profundo escepticismo. La pregunta recurrente en las conversaciones de café y en las redes sociales es: «¿Por qué no hicieron esto antes?». Este sentimiento refleja una desconfianza en la clase política y un deseo de una gestión más predecible y transparente.
La necesidad de un plan de gobierno claro y una rendición de cuentas constante es cada vez más demandada por los berissenses. Los ciudadanos quieren saber no solo qué se hace, sino también cuándo y por qué, y que la gestión municipal esté guiada por las necesidades de la comunidad en lugar de por las exigencias del calendario electoral.
La «gestión electoral» plantea un desafío fundamental para la democracia local en Berisso. Si bien es legítimo que los gobiernos muestren sus logros antes de una elección, el patrón de concentrar la actividad en los meses previos a los comicios debilita la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Para construir una relación más sólida entre la administración y los ciudadanos, es fundamental que la acción de gobierno sea consistente y que la planificación a largo plazo prevalezca sobre las tácticas de corto plazo.
En última instancia, el desafío para el próximo gobierno de Berisso será demostrar que su compromiso con la ciudad es constante y no una mera estrategia de campaña. La verdadera medida de una buena gestión no se encuentra en las obras que se inauguran en las vísperas de las elecciones, sino en la calidad de vida sostenida que se ofrece a los ciudadanos a lo largo de todo el mandato.