Cada 7 de agosto, miles de fieles se congregan en parroquias y santuarios de todo el país para honrar a San Cayetano. Es el «santo del pan y el trabajo», el que inspira a los que no tienen empleo a peregrinar con la esperanza de obtener un favor y a los que sí lo tienen, a agradecer por su sustento. Pero, ¿quién fue realmente este hombre y cómo se convirtió en una de las figuras más veneradas de la Iglesia Católica?
Un noble al servicio de Dios
Cayetano de Thiene nació en Vicenza, Italia, en 1480, en el seno de una familia de la nobleza. Tras quedar huérfano de padre a una temprana edad, recibió el apoyo de su madre, quien lo alentó a estudiar Derecho en la Universidad de Padua. Se graduó a los 26 años y se trasladó a Roma, donde se desempeñó como secretario privado del Papa Julio II.
A pesar de su posición social acomodada, Cayetano tenía una profunda vocación de servicio a los más necesitados. Fiel a sus principios, decidió donar toda su fortuna y, tras la muerte del Papa, fue ordenado sacerdote a los 35 años. En un contexto de crisis en la Iglesia, marcada por la Reforma de Martín Lutero, Cayetano dedicó su vida a luchar por la renovación del clero y a asistir a los pobres y enfermos.
La fundación de los «Teatinos»
Con la intención de devolver al clero a una vida apostólica, espiritual y de servicio, Cayetano, junto a otros clérigos, fundó en 1524 la Orden de los Clérigos Regulares, conocidos como «Teatinos». Esta nueva orden se caracterizaba por su pobreza radical: sus miembros no poseían rentas ni tierras, y solo aceptaban las donaciones espontáneas de los fieles, confiando plenamente en la Divina Providencia.
A lo largo de su vida, Cayetano de Thiene fundó hospitales para enfermos incurables y trabajó incansablemente por la paz en su ciudad natal y en Nápoles, donde falleció el 7 de agosto de 1547. A pesar de su nobleza, se negó a descansar en un colchón durante su última enfermedad, eligiendo un lecho de tablas como un acto de humildad y austeridad.
El santo del pan y el trabajo
Tras su muerte, la devoción a San Cayetano se extendió rápidamente. Se le atribuyeron varios milagros, y su imagen de servicio a los pobres lo consolidó como el «Padre de la Providencia». En 1629 fue beatificado por el Papa Urbano VIII y, en 1671, canonizado por el Papa Clemente X.
La tradición de encomendarle el pan y el trabajo, que se arraigó fuertemente en Argentina, proviene de la confianza que el santo depositaba en la Divina Providencia, negándose a aceptar limosnas y viviendo en la más completa pobreza. Sus devotos, que lo invocan con fe para obtener un empleo o agradecer el sustento diario, lo recuerdan no solo como un intercesor ante Dios, sino como un ejemplo de vida, de caridad y de total entrega al prójimo.