La promesa de una «motosierra» que sanearía la economía argentina y pondría fin a décadas de crisis parece estar chocando con una realidad cada vez más compleja. A poco más de un año y medio de asumir la presidencia, la narrativa económica del gobierno de Javier Milei, basada en una drástica reducción del gasto público y una desregulación sin precedentes, comienza a ser cuestionada no solo por la oposición, sino por sectores que, inicialmente, vieron con buenos ojos sus propuestas. La sombra de un estallido económico, con una escalada del dólar y una inflación descontrolada, se cierne nuevamente sobre el país.

Desde el inicio de su gestión, Milei ha insistido en que la inflación es un fenómeno puramente monetario y que su contención se lograría con un ajuste fiscal brutal. Si bien los primeros meses mostraron una desaceleración en el ritmo de aumento de precios, impulsada por una recesión profunda y la licuación de ingresos, la estabilidad prometida dista de ser una realidad consolidada. Voces críticas señalan que gran parte de la «desinflación» inicial fue producto de un shock recesivo que pulverizó el consumo y la actividad económica, más que de una genuina corrección de los fundamentos.

La principal crítica a la estrategia económica de Milei radica en lo que muchos denominan «mentiras» o, al menos, omisiones significativas. Una de ellas es la supuesta eliminación del déficit fiscal «con sangre, sudor y lágrimas». Si bien se han recortado drásticamente subsidios y obra pública, analistas advierten que una parte considerable de ese «superávit» inicial se logró licuando jubilaciones y salarios públicos, posponiendo pagos y apelando a «trucos contables» que no atacan la raíz del problema estructural. «No se puede sostener un ajuste de esta magnitud solo con licuación. Tarde o temprano, la cuerda se tensa demasiado», afirma el economista Ricardo Bustamante.

Otra «verdad a medias» sería la promesa de una rápida dolarización, que si bien ha sido mencionada recurrentemente como objetivo final, parece cada vez más lejana en el horizonte inmediato. La falta de reservas genuinas en el Banco Central y la resistencia política a una medida de tal envergadura han relegado el plan a un futuro incierto, dejando a la economía atada a un tipo de cambio oficial que muchos consideran atrasado y propenso a una corrección brusca.

La Posibilidad de un Estallido: Dólar e Inflación en el Horizonte

El temor a un «estallido» económico no es una mera especulación. Varios factores contribuyen a esta creciente preocupación. En primer lugar, la acumulación de pasivos remunerados del Banco Central (los llamados Leliqs y Pases), si bien se ha intentado reducir, sigue siendo un volumen considerable que presiona sobre la emisión monetaria futura. Cualquier señal de desconfianza o la necesidad de mayor asistencia al Tesoro podría disparar una corrida contra el peso.

En segundo lugar, la paciencia social comienza a agotarse. La caída del poder adquisitivo, el aumento de la pobreza y la recesión que afecta a vastos sectores productivos generan un caldo de cultivo propicio para el descontento. Un deterioro aún mayor de la situación económica podría desatar una protesta social generalizada, lo que históricamente ha tenido un impacto directo en la estabilidad financiera.

Finalmente, la brecha entre el dólar oficial y los tipos de cambio paralelos, aunque ha logrado contenerse en algunos momentos, sigue siendo una espada de Damocles. La presión sobre el dólar blue y los financieros podría intensificarse ante la falta de una hoja de ruta clara para la salida del cepo y la dolarización efectiva. Un salto en el precio del dólar, impulsado por la desconfianza y la escasez de divisas, tendría un impacto inmediato y devastador sobre la inflación, reavivando el espiral de precios que Milei prometió erradicar.

«Estamos en una situación delicada. Si el gobierno no logra generar confianza y atraer inversiones genuinas, y si las variables macroeconómicas no se estabilizan de forma sostenible, el riesgo de un salto cambiario y una nueva espiral inflacionaria es real», advierte la analista financiera Laura Giménez.

El gobierno de Milei se encuentra en una encrucijada. La «luna de miel» inicial con una parte del electorado parece estar llegando a su fin. Las «mentiras» o, al menos, las promesas difíciles de cumplir, sumadas a la creciente presión social y los desequilibrios económicos latentes, configuran un escenario de alta volatilidad. Argentina se encuentra, una vez más, al borde de la cornisa, observando con ansiedad si el camino elegido por el presidente conducirá finalmente a la prosperidad o, por el contrario, a un nuevo y doloroso estallido.

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