El artista gráfico Joaquín Salvador Lavado, universalmente conocido como Quino, falleció a los 88 años. Saltó a la fama por sus tiras cómicas y por su personaje más difundido a nivel global: la pequeña Mafalda.
«Se murió Quino. Toda la gente buena en el país y en el mundo, lo llorará», informó el editor Daniel Divinsky, quien estuvo al frente de Ediciones La Flor.
Hijo de inmigrantes andaluces, Joaquín Salvador Lavado nació en la ciudad de Mendoza el 17 de julio (aunque en los registros oficiales conste nacido el 17 de agosto). Desde su nacimiento fue nombrado Quino para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, pintor y diseñador gráfico. A los trece años se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, pero en 1949 abandonó esa carrera «cansado de dibujar ánforas y yesos”. Desde entonces comenzó su carrera como dibujante de historieta y humor y a los 18 años se trasladó a Buenos Aires. En 1954 publicó su primera tira en el semanario «Esto es».
En 1963, aparece su primer libro de humor, “Mundo Quino” y en 1964 la revista Primera Plana presentó en sociedad la tira cómica de Mafalda. La pequeña de ideas progresistas y sus amigos se convirtió en un símbolo de los años 60 en la Argentina y su fama llegó a todo el mundo iberoamericano.
A lo largo de su carrera recibió reconocimientos como la Orden Oficial de la Legión de Honor, la honra más importante que el gobierno francés le concede a un extranjero. El 2014 recibió en España el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades e inauguró la 40° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
En una extensa entrevista que brindó a Página/12 en 2004, Quino explicó de qué se tratan sus tiras y por qué seguía dibujando: «De la relación entre los débiles y los poderosos. Eso siempre me ha obsesionado. Esa sensación de impotencia que tienen los pobres frente a los ricos, de los mandados frente a los amos, no sé, a veces pienso que debería dejar de dibujar por un tiempo, para no vivir la angustia o el miedo a repetirme. Pero cuando pienso en que voy a abrir el periódico y no van a estar mis dibujos, me da más angustia y sigo dibujando. Es como ese jefe de estación que se jubila, pero vuelve todos los días para ver si los trenes pasan a horario. No me puedo imaginar esperando pasar los trenes. Además, en mi oficio no hay trenes».