Entrerriana de Nacimiento, Beatriz Grasso es «La Lucha» misma hecha carne. Es la pasión por una militancia y por un ideal. «La Negra» o «Tete», es para muchos, algo así como un ícono de fuerza y de perseverancia, demostración cabal que la lucha tiene premio.

Reconocida por todo el arco político como un ejemplo a seguir, Beatriz Grasso, fue funcionaria y concejal, pero más que todo y que nada fue Militante.

Llegada en los años 70’s de su Entre Ríos Natal, Grasso comenzó rápidamente a militar en su barrio, a la vez que trabajaba en una casa de familia cuidando chicos, «A Beto (su marido), lo conocí por medio de un compañero que «me lo trajo»… Yo era una caradura, me hice la canchera y le dije; «Bueno Guardámelo» y acá estamos con una vida juntos…» dice mientras acomoda prolijamente la cucharita junto al pocillo, en la mesa de CAFÉ SUR.

Ya vivía con su marido y sus dos hijos del Corazón, cuando la Dictadura Militar la sacó de la Empresa SIAP, en donde trabajaba y era delegada de Sector; «Llegué a trabajar y en un momento me fui al baño, ahí estaban mis compañeras y me mostraron por la ventana como estaba lleno de Militares de verde. Me salió empezar a despedirme de todas. Yo sabía que venían a buscarme… Me llamaron a la oficina porque querían hablar conmigo y me dijeron que me llevaban «para averiguar antecedentes», pregunté ¿quien se hacía cargo? y me contestaron que cuando volviera iba a volver a trabajar… Ya habían pasado por mi casa, antes de irme le dije al de la UOM «¿estas contentó?¿Viniste a ver tu obra?. Yo sabía que nos habían entregado… Me llevaron a mi y a mi marido que después supe que salió. pero a mi me dejaron adentro. Yo ya estaba embarazada…» cuenta crudamente Tete.

Victima de Golpes, patadas, insultos. Safó de la Picana; «Me salvé porque vino alguien a verme que conocía a una amiga y le dije que estaba embarazada…». Producto de esos tiempos, Grasso admite que le cuesta recordar nombres; «Te preguntaban y yo ni me quería acordar y calculo yo que es por eso que ahora me cuesta retener ese dato…»

El café en CAFÉ SUR, por Radio Sur, se siente amargo. La naturalidad con la que Grasso cuenta su historia demuestra la fiereza de una mujer que quedará en la Historia por haber sido el Primer nombre por el que pidieron los organismos de Derechos Humanos Internacionales. «En la cárcel tuve a Bettina. Yo cuando me llevaron no sabía que estaba embarazada, me di cuenta ahí. Estaba haciendo tratamientos para poder quedar y llegó y fue una bendición, aún con los temores y el miedo…»

Formadora, peleadora, agradecida, maestra. Grasso forma parte de esos históricos a los que ella homenajeó durante su participación en la recordada Comisión Permanente de Homenaje en el Partido Justicialista, en donde «Próceres desconocidos» del PJ tuvieron su lugar y su agasajo.

La vida misma se sentó a la mesa y el café fue solo una excusa. Los ojos vidriosos de los comensales y la garganta anudada de sus interlocutores daban muestra de lo duro que era imaginar esas escenas de la vida en la peor época de la Argentina.

Tete, apodo que le pusiera su hermana mayor cuando pequeña, paseó por su vida; el matadero de pollos, la curtiembre, el cuero, el viaje a Buenos Aires, el cruce del Río en Balsa, sus hijos, sus nietos, su mami que a los 92 años, vive con ella y una vida de película, pasaron por el Bar, que callado la escucho y que al verla partir solo atinó a darle un abrazo y agradecerle.

Beatriz Grasso, un café no alcanza y el Dueño del Bar lo sabe. Habrá que traerla de nuevo piensa el mozo mientras levanta los pocillos. «Como puede haber tanta lucha en una mujer…» piensa mientras recuerda que el dueño le dijo cuando fue a buscar la cuenta; «En éste Bar no se le cobra a los Históricos, solo se les agradece…»

 

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